lunes, 5 de diciembre de 2011

ARS BENE DICENDI

Cuando afrontamos un texto nos hallamos ante variados problemas retóricos, pues hemos de intentar resolver cómo encarar el tono, el tema, el propósito, la ocasión, la adecuación, la imagen que de nosotros mismos damos y las personas a quienes  va destinado. Todo ello, porque de continuo estamos en la necesidad de resolver retóricamente nuestras necesidades comunicativas. ¿Cómo despedirnos de alguien con quien rápidamente hemos congeniado sin caer en lo hiperbólico? Hemos de ser afectivos pero cautos; la  medida será nuestro valor. Quizá un gesto en el que nos acerquemos la mano al corazón. ¿Valdrá la metáfora? Las emociones nos alteran y paralizan. Deseamos terminar y nunca acabar. ¡Cuántas paradojas!


La retórica según los clásicos es el ars bene dicendi o arte del bien hablar, técnica verbal  que se dirige especialmente a lograr la persuasión. Aunque su origen es ajeno a la literatura, parte del discurso oral político y judicial, es en ésta donde esplenden sus recursos. Sin embargo, nuestros discursos cotidianos están cargados de procedimientos retóricos, irreconocibles unos por desgastados, brillantes otros por elocuentes.

Aunque la retórica se ha transmitido reducida en gran medida a las figuras (elocutio),  está constituida por cuatro dimensiones más:  inventio, dispositio, memoria y actio. Las dos últimas tienen que ver sobre todo con la exposición oral y pública de los discursos, en un afán más bien profesional y teatralizado en el que cabría incluir a quienes profana o sagradamente oran, quienes  se dedican a la cosa pública,… Son las tres restantes (inventio, dispositio y elocutio) las fases o momentos de creación de cualquier texto o discurso  a las que más conviene atender.
La inventio es la inicial fase de búsqueda de los temas del texto. No tiene que ver tanto con la invención original de ideas como con el encuentro afortunado de los pensamientos o tópicos oportunos y valiosos. La cultura enciclopédica es el venero en el que los hallaremos.
La dispositio tiene que ver con el adecuado orden en que dispongamos las ideas venidas. Aquí interviene nuestra capacidad lógica para introducir, suceder, encadenar y concluir las ideas.
La elocutio es entonces el momento de la expresión verbalmente adecuada de los materiales hallados y ordenados. Expresión que requiere corrección gramatical, comprensibilidad y adecuada expresión o lo que es lo mismo: puritas, perspicuitas y ornatus. Como no siempre la primera ocurrencia es la mejor, interesa conocer algunos de los recursos o figuras retóricas que hacen más interesantes, emocionantes o deslumbradoras  nuestras expresiones. En este caso, las diferencias entre tropos o figuras, no son pertinentes para nuestros propósitos. En próximas entradas  vamos a enumerar y ejemplificar algunas de las más útiles, convenientes y productivas. La nómina es extensísima así como las posibilidades. Quien esté interesado en su conocimiento, ejemplificación y uso literario puede acudir también a la siguiente bibliografía:
  • Marchese, A. y Forradellas, J. (1989): Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria, Barcelona, Ariel.
  • Mayoral, José Antonio (1994): Figuras retóricas, Madrid, Síntesis.
  • Azaustre, A. y Casas, J. (1997): Manual de retórica española, Barcelona, Ariel.

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