martes, 26 de abril de 2011

lunes, 11 de abril de 2011

Sin opinión y sin lengua


Sobre como las jergas profesionales colonizan la realidad.

Querido frutero

Imaginemos por un momento que tengo una frutería al lado de casa. El frutero es atento, cordial (me llama vecino desde la primera vez que fui), tiene buena fruta, me la da a probar antes de comprarla, no me ofrece la verdura cuando no la estima buena aunque yo la necesite. Eso sí, la que no me recomienda sigue en las estanterías, ¿a quién se la venderá? Pero hay un inconveniente: en mi barrio hay serios problemas de aparcamiento. Desde las ocho de la mañana, no queda un hueco por cubrir y mi frutero, que lo sabe, siempre deja su camión, casi como almacén, justo al lado de la cochera de mi residencial, con lo cual dificulta la visibilidad para salir hacia la izquierda y, más de una vez, hemos tenido un susto.

Lo hemos animado verbalmente para que traslade su camión de sitio y lo ponga allí donde no limite la vista cuando salimos de nuestra cochera, pero él dice, con razón, que no está cometiendo ninguna ilegalidad y si lo traslada de sitio, o bien tapa la vista de su negocio o bien se aleja del mismo con el consiguiente engorro que ello le supone. Ante esta tesitura, quienes sufrimos su camión, hemos decidido realizar un escrito conjunto, firmarlo y hacérselo llegar por ver si la unión hace la fuerza.

¿Cómo haríamos el escrito teniendo en cuenta que algunas personas casi se encuentran en proceso de abierta enemistad con el frutero? ¿Qué información debería incluir el documento? ¿Qué tono convendría darle: severo, conciliador, exigente, implorante, irónico?

A mi frutero le gusta acariciar las palabras (con frecuencia llega al manoseo) casi más que las frutas y las verduras. E incluso más que el peculio. Lo suyo es vocación palabrera. En unos largos, densos y a veces errados escritos que distribuye por las paredes de su local, se enorgullece de la calidad de sus productos y de su dedicación sin límite al servicio del vecindario. Por tanto, tenemos que cuidar la expresión si queremos torcer su voluntad.

Así pues, un grupo de damnificados nos reunimos en comisión con el fin de preparar la estrategia textual más oportuna. ¿Qué tal si empezamos con un Amigo frutero que muestre afecto y cercanía? Habrá, seguro, a quien le parezca excesivo, pero lo que queremos es no llevarnos sustos cuando salgamos de la cochera. Algún vecino rumboso, a quien el cuerpo le pide mucha ironía, comenta: “Por qué no empezamos: “Frutero de nuestras entrañas, cuando le vemos trajinar con el género, no podemos menos que pensar: qué blando con las lechugas, qué duro con las berenjenas…”

Está claro que no podemos utilizar un tono irónico, por más que nos lo pida el cuerpo, pues así sólo conseguiríamos alejarnos de nuestro propósito. Tampoco podemos excedernos en el halago ni en el afecto ya que no queremos ser malentendidos. Es precisamente esa inmoderada cercanía la que nos empacha cuando vamos a comprarle.

Una vez resuelto que el tono ha de ser cortés pero formal, hemos de empezar el escrito con una exposición de hechos. Aquí la discusión se centra en los detalles. Establecemos una relación de los perjuicios que nos ocasiona el aparcamiento del camión y una amplia retahíla de los casos en que hemos estado a punto de tener un disgusto. Lo primero para que se note que la solicitud no es producto de un capricho y lo segundo para dar más dramatismo y remover el corazón frutero. Aquí coincidimos en que hay que mencionar que la salida se produce en cuesta, con lo cual es más difícil prever una contingencia. Como elemento de fuerza hay que añadir que, con frecuencia, hay coches aparcados en doble fila frente a su frutería que aún dificultan más la visibilidad, en este caso hacia la derecha. Ya en faena, alguien se anima y propone recordarle al frutero que él mismo alienta para que se aparque en doble fila pues “es un momentito y no molesta”. Como no puede ser de otro modo, observamos que, con reproches, no vamos a llegar muy lejos.

Tras los hechos, tenemos que solicitar al frutero lo que tanto ansiamos. Pero no podemos decirle simplemente “cambie usted el camión de sitio”. Tenemos que adelantarnos y proponerle alternativas, cuál es el lugar que a todos conviene y a nadie estorba: en la misma acera junto a local que se alquila; justo frente a la frutería; a la vuelta de la esquina. Hay que sopesar los beneficios para él y para el vecindario. Siete metros de distancia con respecto a la ubicación actual no sobrecargarían el acarreo del género y, en cambio, las personas enconadas notarían otro brillo en sus peras.

Finalmente, nos queda agradecer su atención de manera afectuosa y empática, de tal manera que se note nuestra deseo de acuerdo (no olvidemos que estamos intentando que alguien cambie su voluntad y se ponga en nuestro lugar). Tiempo habrá para otras misivas más exigentes y conminatorias si no se aviene con nuestras necesidades.

Ahora toca ponerse a escribir negro sobre blanco todo lo acordado. ¿Quién se hará cargo? Las miradas al reloj y los soplos sorpresivos anticipan las huidas. Se acaba la reunión y me toca a mí intimar con mi imaginario frutero. ¿Quién me puede ayudar?

miércoles, 6 de abril de 2011

Presentación del Teatro anterior al 36

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Expectativas

Ya en algunos cursos anteriores he utilizado, elementalmente, el blog de aula. En algunas ocasiones para que los alumnos incorporaran reseñas, en otras para que escribieran textos pautados. A veces también como repositorio de materiales. Mis intenciones ahora son: dar continuidad al uso del blog (que no sea solo un arrebato primaveral), dotarlo de recursos útiles e interesantes (adecentarlo, vamos) y ,sobre todo, estimular las ganas de decir bien.

domingo, 3 de abril de 2011

Presentación

Hola. Soy Antonio Gómez García, profe de Lengua y literatura en el IES Albariza de Mengíbar. Un molviceño ("granaíno" casi costero) afincado en tierra de olivos. Vivo con mi enfermera y nuestros dos hijos jaeneros. Me gusta viajar con mi familia, conocer nuevos sitios y observar el asombro en las caras de mis niños. Me apasionan la lectura, la música y el cine. Ultimamente, me entusiasma probar cosas nuevas, especialmente deportes en la naturaleza como el esquí, la escalada, el barranquismo,... Y soy, casi sin proponérmelo, un animado defensor de la pedagogía del caracol, esa educación lenta que nos ayuda a convivir.