domingo, 7 de octubre de 2012

Rae que te rae

Raer del latín radere significa según primera acepción del DRAE: "Raspar una superficie quitando pelos, sustancias adheridas, pintura, etc., con un instrumento áspero o cortante".  Tampoco es manca la tercera: "Extirpar enteramente algo, como un vicio o una mala costumbre"

En esta paradoja que es vivir, para lograr hay que dejar. Vivimos en el continuo dilema. Para que la herida cicatrice bien hay que asumir el dolor que produce la buena cura. Por contra, los tratamientos superficiales solo producen peorías disfrazadas que al final nos devuelven la más terrible de las faces de la llaga. Por lo tanto, (aunque lo más lúcido es casi siempre salirse del dilema) llegará ese momento en el que ya no valdrá poner cara de Jano bifronte, en el que habrá que elegir entre :

  • quedar o marcharse
  • ahondar o cerrar hueco
  • recordar pasado o proyectar futuro
  • apañarse escudo o blandir espada
  • abrirse el alma o cerrarse el cuerpo
  • echarse a cuestas los pensamientos o descargar los escrúpulos y las emociones.
  • ...
Porque a poco que nos expongamos (ya con la propia extrañeza del vivir) la vida nos rae, nos raspa la piel de adentro y las entrañas de afuera; nos quita el pelo (¿pintado?) y las costras adheridas. Y a veces pensamos que quien nos "marionetea" la existencia (dioses, demontres o uno mismo), tiene poca piedad de nosotras, criaturas indecisas. Pero no nos queremos dar cuenta de que el tiempo nos pierde aunque nos entretiene con la engañifa de que somos nosotros quienes decidimos nuestro futuro. Y digo yo, puestos a solventar, por qué no raer (en tercera acepción) esos descarríos que uno acostumbra como llegar tarde, caminar a saltitos, olvidar gafas y llaves...

Y ya puestos, ya puestos, ¿por qué no raer los puñeteros dilemas?