viernes, 4 de noviembre de 2011

Los huesos de Descartes

  Este libro es un claro ejemplo de que el tema no suele ser el problema para que una lectura resulte insufrible. Incluso la complejidad de la ciencia y la abstracción de la filosofía pueden resultar entretenidas si se cuentan con ingenio y ocurrencia, si se administra bien la oportuna dosis de ideas generales y anécdotas jugosas. A partir de una oportuna selección de hechos y personajes relacionados con los avatares de los huesos de Descartes, vamos asistiendo, como sin notarlo, al sinuoso desarrollo del moderno pensamiento europeo.


Las uniones y disociaciones entre razón y fe, mente y cuerpo,  tienen una ejemplar muestra en el cuerpo y la cabeza de Descartes. Tras su muerte por pulmonía y entierro en tierras suecas en 1650, el cráneo del filósofo que inaugura la modernidad gozará de un peregrinaje que se inicia con un robo en 1666 y acaba, por el momento, con su estancia en el Musée de l'Homme, el gran museo de antropología de París. Entre medias, aparecen funcionarios, empresarios de casinos, hombres de ciencia, pseudorrevolucionarios, monarcas, poetas,... Y al hilo de la reconstrucción del itinerario del cráneo y de las reliquias, nos vamos enterando tanto de la intrincada e imparable difusión del cartesianismo, como de la construcción de la ciencia moderna, con sus luces y sus sombras.
Así, estaremos al tanto de los enconos que provoca el método cartesiano en el catolicismo ya que cuestiona indirectamente alguno de sus cimientos como el asunto de la transustanciación. También nos enteramos de las incertidumbres científicas, los errores encubiertos y aceptados en torno al sistema métrico decimal, o de curiosas teorías, con rango de ciencia en su época, como el mesmerismo o la frenología. Ambas produjeron anécdotas curiosas. El mesmerismo o teoría del  "magnetismo animal", desarrollada por Franz Mesmer, provocó que los miembros de la Academie de Sciences se reunieran en 1748 para comprobar la base científica de dicha teoría. La técnica "usaba imanes, miradas intensas y prolongadas, y presión en manos y brazos, para provocar cambios en los pacientes, con el argumento de que dentro del cuerpo humano había un fluido desconocido, cuyo movimiento semejante al de las mareas podía curar las enfermedades”. Las grandes estrellas de la ciencia del siglo XVIII (Lavoisier, Guillotin,...) revisaron la teoría. Hicieron creer ficticiamente a algunos pacientes que estaban siendo mesmeriazados. A otros los magnetizaron sin que lo supieran. Como resultado, los primeros expresaron sentirse mejor y los segundos, los magnetizados, no notaron cambio alguno. Los expertos concluyeron de forma ineluctable que las pruebas únicamente confirmaban "los efectos de la imaginación". Desde entonces, el mesmerismo dejó de ser ciencia y pasó a ser atracción de feria.
Tendremos noticia de hombres que disertan en cuerpo y alma en su búsqueda de la certeza, aun a pesar de que su intento sea vano, pues la certidumbre, como expresa el filósofo John Dewey, no existe en el mundo real.  Berzelius, Delambre, Cuvier, Wagner,Flourens, Broca, Gratiolet, Gall indagarán sobre la autoría de los huesos de Descartes y expondrán sus teorías tomándo como ejemplo su cráneo.
Como dice Russell Shorto en el último capítulo, "parte del legado de la modernidad ha sido la idea de que sus valores centrales de democracia y libertad individual tienen la fuerza de lo inevitable". Pero no queda más remedio que reconocer que no se han extendido a todo el mundo y además son frágiles y efímeros. Habla el autor, siguiendo a Jonathan Israel, de que la madurez de la modernidad produjo una división en tres campos: el teológico, el de la Ilustración radical y el de la Ilustración moderada, que aún se mantienen. La fe ha producido y produce innumerables monstruos; también la razón, pues "guiarse por la razón no es lo mismo que estar en lo cierto". Por eso, con juiciosa cordura, Shorto propone el encuentro de razón y fe para superar el dilema de la modernidad. Ni una ni otra poseen la verdad. Y para colmo, la mayoría (Ilustración moderada) intenta apañarse como puede con ambas.

No hay comentarios: