viernes, 25 de noviembre de 2011

Cartas y Nuevas cartas a un joven poeta

Los libros se publican para ser leídos. Pero su fortuna, salvo poderosos marquetines, es muy azarosa. A veces tendrán lecturas contemporáneas; en otras, serán recuperados por la posteridad. Muchos serán olvidados y algunos fecundarán nuevas escrituras así que pasen cien años.
En ellas lo orienta y anima en el quehacer poético y, a la par, reflexiona sobre la poesía, el amor, la soledad, la vida y la muerte. Póstumamente (1929), serán publicadas con el título de Cartas a un joven poeta.

En 2009, Joan Margarit , Premio Nacional de Poesía 2008 por su libro Casa de misericordia, publica Nuevas cartas a un joven poeta. En estas cartas (que no lo son), Margarit les rinde reconocimiento a las de Rilke: “En ellas aprendí algunas verdades, sobre mí mismo y sobre la poesía, que me han acompañado siempre”. Sin destinatario individual (“Me dirijo a alguien que no me ha escrito. Alguien que, supongo, nunca me escribirá”.), nos muestra su ideario poético y nos declara su comprensión sobre la poesía y la vida. Sobre la poesía escrita, publicada y leída; esa que está ceñida por la emoción.

En este texto emulativo, desde el título y la estructura, Margarit trata de la poesía y aconseja sobre ella con presupuestos semejantes a los de Rilke. Está dividido en diez secciones que tratan tanto de la escritura como de la lectura poéticas: de los comienzos en la escritura y en la publicación de poemas; de la necesidad, la inspiración, la lectura y el entendimiento poéticos; de las relaciones entre la poesía y la literatura, la tradición, la filosofía, la religión, el amor; y de la poesía y la soledad. Algunos de los principios básicos de la poesía en ambos escritores son:

•        La poesía como necesidad: quien se siente poeta no duda, construye su vida conforme a ese impulso y necesidad.
•        Todo poeta tiene que excavar en las propias profundidades.
•        Hay que empezar por  lo conocido y por lo que resulta más cercano.
•        Encontrar la propia voz requiere un proceso calmado de crecimiento.
•        El destino del poeta está asociado a la soledad.
    Las novelas y los relatos dejan un poso de experiencia que formará parte de la urdimbre del poeta.
•        Hay que evitar el ruido social.

La novedad de estas nuevas cartas está en los matices y en las metáforas. La poesía requiere esfuerzo pero es accesible a cualquiera pues habla de los laberintos de cada quien y de las galerías de la mina que somos. El poema es así una epifanía que intenta dar traslado al flash que el poeta tiene en su mente, en el intento de que las palabras “no hagan perder la concisión, la exactitud y la intensidad de las emociones”.  Y esas emociones tienen que ver con el amor y con el dolor (Es curiosa su definición de amar: “A la acción de convertir algo en símbolo y protegerse en él la llamamos amar”). De ahí la necesidad de la poesía, pues nos refugia y nos consuela (“La poesía quizá no es gran cosa, pero más dura es la intemperie sin los versos. En este sentido, la poesía es la última Casa de Misericordia.”)
Los consejos se encuentran entre lo más inspirado. Su experiencia sugiere cautela ante las premuras por publicar; antes hay que encontrar la propia voz, el bagaje emocional. Así se evitarán arrepentimientos como el que le llevó a comprar su primer libro en una librería de segunda mano.
Sólo vale la poesía que se entiende, la que permite pensar sobre  el poema y nos transforma. De ella no se sale igual que se ha entrado (“Al acabar de leer un buen poema ya no somos los mismos”). Dice Margarit que el poema es una caja negra: entra una información y sale otra sin que sepamos qué ha pasado dentro.  Si tras leer el poema nuestro desorden interior (miedos, tristezas, pérdidas) es menor y el consuelo mayor, se ha entendido. Y esto sucede porque la poesía es la más exacta de las letras pues introduce orden ya que dice “justo lo que necesita un lector futuro aunque él no lo sepa”.

En cuanto a la originalidad y la tradición, propone la alternativa de la inteligencia sentimental, mesurada síntesis que desconfía de la ausencia de reglas y se abre a todo tipo de posibilidades formales. No pretende literaturizar la vida como románticos o vanguardistas sino echar mano de la experiencia de los sentimientos; esto es, hacer uso del sentido común.

Para conseguir el propio matiz hay que leer e imitar a los grandes poetas. Copiar a mano e imitar el tema, el tono, el estilo,… El poeta ha de andar entre la humildad (que no la reverencia) y la osadía. Y osadía muestra cuando, al hablar de las relaciones entre la poesía y la religión, caracteriza gran  parte de la poesía mística como “calenturas de santos”. O  cuando al hablar de los filósofos dice que, con sus apriorismos, no han aportado mucho ni a la comprensión ni al gozo de la poesía.

Recomienda al joven poeta, en fin, evitar la autocomplacencia, no despreciar la crítica negativa, alejarse del faranduleo poético y cultivar, con Rilke,  la soledad. Pues un poeta “da miedo por la verdad que busca y la soledad que trae”.

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