martes, 19 de mayo de 2015

La belleza de la rehala

En la anterior entrada, incluí la referencia a un alumno que tronchaba la belleza, es decir, la escribía con "v". Y argüía yo el trabajo que nos quedaba por recorrer hasta que entendiera su necesidad. Pues bien, tal que ayer y a propósito de un diálogo dramatizado que tienen que elaborar en equipo el conjunto de alumnos de su grupo, el  segador de belleza se despachó con el gusto por incluir como personaje a un rehalero. Por supuesto, excepto él que ama la naturaleza y la caza, ninguno más sabía qué era un rehalero o una rehala. Incluso yo, pensaba que solo se escribía sin -h- intercalada. Pero él insistió en que esa -h- estaba presente en su memoria. Recordaba que la había visto nítidamente atravesada en la palabra. 

Hasta tal punto ha cobrado importancia el rehalero en el diálogo que ya ha elaborado con su grupo que ha quedado redondo, matizado y con un bello dolor. El conjunto de personajes tenían que encarnar los principales estilos comunicativos que suelen darse en un diálogo: inhibido, agresivo y asertivo. No han quedado mal los cazadores que lo acompañan en la conversación pero ni asomo comparativo con el rehalero que pierde accidentalmente a su mejor perro (un desgraciado y principiante disparo), ese que se jugaba la vida atravesando  zarzas. Y cómo monologa finalmente sobre el amargo azar y la necesaria resiliencia.

Aún hay mucho destrozo y mucha cacografía en su escritura pero, quizá por aquí, lo mismo va y roza la belleza. Me gustaría. Y creo que a él también.

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