martes, 2 de abril de 2013

Fondo de "almario" a diario

Conforme el tiempo y mis dudas avanzan, más lector me siento. Profeso la lectoría. Y en tanto que leo, menos hesito sobre la primacía de la femínea alma. Por azar, armonizo estos días la lectura de dos obras sobre o con forma de diario: La ridícula idea de no volver a verte de Rosa Montero y Diario de un cuerpo de Daniel Pennac. Ambas notables por nutricias. Rosa Montero hila logradamente las reflexiones que Marie Curie escribió en su diario tras la traumática muerte de su marido con su propia vida y sus propias muertes. ¡Qué capacidad la de estas mujeres para tentarse el alma! El libro de Pennac, un prodigio y un hallazgo. Un adolescente, a partir de sus miedos, decide escribir un diario  de los placeres y dolores de su cuerpo. Este culminará prácticamente con la muerte anciana del protagonista. Es tan físico este diario que no ahorra escatologías, ya excrementicias ya doctrinales. Pero cuando alguna anotación tiende a traspasar la epidermis y rozar lo sentimental, el protagonista se detiene para no torcer su físico propósito.

El otro día, a propósito del cuento de Borges Historia de los dos que soñaron, pedí a mis alumnos y alumnas que transformaran el final de este relato de tal modo que lo contara un narrador protagonista en forma de diario, especialmente una vez que el capitán de Isfaján cuenta su sueño al hombre de El Cairo. Pues bien, yo quisiera saber quién nos  adieta a los hombres el autoconocimiento. ¿Lo nuestro es lenta maduración o desatino programado ? Abrumado pude comprobar que a los adolescentes, chicos o grandes, nos falta  fondo de "almario". Me explico: nos falta tentarnos el alma, meter las manos dentro y manosearnos y ensancharnos para comprender nuestras angustias, nuestros miedos y nuestras ilusiones. No todas pero bastantes de mis alumnas hicieron oportunamente la actividad: encabezamiento con fecha, tono reflexivo más que narrativo en el que valoraban cómo el hombre de Isfaján había desperdiciado su sueño. En cambio, ningún chico  rozó un final en forma de diario. A lo más que llegaron  fue a contarlo en primera persona. Pero ni tono reflexivo ni fecha que lo enmarque. Todo un síntoma de almas solares, diáfanas... sin espesura, sin fondo.

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