martes, 5 de febrero de 2013

Dominios de almohada

Él hunde la cabeza en la almohada pero el escrúpulo sigue allí, rondando su conciencia.
Ella mira el rayo de luna que se cuela por la persiana hasta el remate de la funda, al borde de sus ojos.
Él alisa con sus mejillas, uno a uno, los pliegues de la cobija, con el deseo de que a la par se aseden los dobleces que lo angustian.
Ella hiende la noche como la proa raja el mar.
Él adhiere  los extremos de la almohada, en denodado esfuerzo de brazos y nuca, como si fueran haz y envés de un mismo lado.
Ella prolonga el cuello más allá del cabecero y aún de la propia habitación...pero el alma no se estira.
Él encorva el cuerpo cual si rabiara precipicios.
Élla se atraviesa en diagonal como si buscara nortear por el mar de sábanas inclementes.
Él quisiera infamar la noche que le oscurece el deseo...pero teme el hierro.
Ella sueña con otro hombre...
...Y él también con otro tú.

Afortunadamente, no hay noche que resista un buen día de sol.

No hay comentarios: