Es curioso el azar. A veces crea formas imprevistas que engalanan las tardes invernales. Eso sí, para descubrir el prodigio, el albur nos tiene que pillar trabajando (hay que estar en la cafetería adecuada a la hora oportuna y estar dispuesto a mirar cara a cara al café antes de que azúcar y cucharilla se arremolinen en la taza). Tal la escritura, que requiere la atenta ronda de los sentidos ante la realidad que nos concierne, ya sentida, ya presentida. Y sólo entonces, el feliz hallazgo: rem tene, verba sequentur.
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